Es muy difícil imaginar una sociedad u organización que funcione sin determinadas normas de premios y castigos. Esto no es casual: somos seres relativamente racionales y respondemos a incentivos. Sin embargo en muchas ocasiones considero que el actual sistema de premios y castigos funciona mal y produce resultados indeseables. Para analizarlo dividiré a los individuos en tres grandes grupos: los sobresalientes, los incumplidores y los del promedio.
No conozco otro equipo que esté feliz de ser Segundo más allá de los Cebollitas (¿se acuerdan del canto “Cebollitas Subcampeón”?). El resto de la población no es ingrata, sino que tiene motivos para no estar tan feliz. Ser “el mejor” o “el número uno” en algo premia desproporcionalmente respecto del resto, fenómeno llamado el “Efecto Super Estrella”. Basta repasar los ingresos de los “mejores” para ver cómo se comprueba esta teoría. Por ejemplo, el US Open premia con 1.7 millones de dólares al ganador, sin embargo al finalista, le paga la mitad. ¿Significa esto que el ganador juega el doble de mejor que el ganador? Claramente no. Existen partidos que la diferencia final es de dos puntos solamente. Sin embargo el nombre de uno queda grabado en el estadio y para la historia, el del otro no. En otros casos la diferencia es abrumadora. En el mundo corporativo los ingresos del CEO de una empresa pueden ser 1000 veces más grandes que los ingresos del que menos gana. Es decir, el ingreso del nro 1 equivale al ingreso sumado de 1000 empleados. ¿Serán equivalentes sus contribuciones? ¿Qué afectará más a la empresa: la falta del número 1 o la falta de 1000 personas en el equipo?
Por lo tanto ser “el mejor” o el “número 1” en algo paga muy, pero muy bien. Pero, ¿es este el resultado socialmente deseado? Por lo menos para mí no lo es. Debemos premiar la excelencia, debemos recompensar con mucho a los que más se destaquen y más se esfuercen, no tengo dudas. Pero socialmente visto el modelo actual es bastante injusto. Alguien tiene que pagar los miles de millones de los más destacados. ¿Imaginen quiénes lo pagan? Además, los número 1 generalmente no llegan ahí por el dinero. Ser el número 1 en algo exige muchísimo esfuerzo, dedicación y más que nada el sacrificio de otras demandas. En cambio hay otras cosas que los número 1 anhelan y que justamente el dinero no puede comprar, por ejemplo, el reconocimiento. Una sociedad que recompensa volviendo ricos solo a unos pocos fomenta una competencia atroz. A su vez genera frustaciones terribles para los que son muy buenos, pero no llegan a ser los mejores.
En el extremo opuesto están los incumplidores. En este caso la sociedad tiene una solución muy clara para ellos: la vara del castigo. Si no aprobás las materias, repetís; si robás, vas a la cárcel; si el empleado no rinde; se despide. Mi pregunta es: ¿y después qué? En casi todos los casos, el castigo solo sirve para temerle pero no corrige la conducta inadecuada. Por lo tanto existe una falta generalizada de dos elementos clave. En primer lugar prevención. En el caso del estudiante que no estudia, lo que todos queremos es que aprenda, no que repita. Por lo tanto atacando el problema a tiempo se puede prevenir y corregir la conducta inapropiada a tiempo, antes de llegar al castigo. En otros casos es muy difícil prevenir y ahí es adonde falta el segundo elemento clave: la educación. Un ladrón necesita, además de castigo, aprender que no debe robar y se le debe proveer de las herramientas necesarias para reinsertarse en la sociedad. Todos en algún momento nos equivocamos, pero también nos gustaría recibir una segunda oportunidad. Claro está: es más fácil castigar que enseñar. Es aún más difícil enseñar a los que no quieren aprender. Pero tampoco sirve el castigo sin prevención ni educación. Ejemplos sobran de los resultados de este modelo.
En tercer lugar está la mayoría, los del promedio. Aquí se encuentran los que no se destacan ni para bien ni para mal, pero los que día a día cumplen con sus responsabilidades. Sin embargo, ¿qué hace la sociedad con ellos? Nada. Ante algún reclamo de reconocimiento, la sociedad le responde: “es tu trabajo”. Para este grupo no hay laureles ni millones. No hay portada en la revista ni monumentos. Sin embargo son los que hacen posible que nuestro sistema funcione, nada más ni nada menos!!! Son los que están detrás de cámara cuando los que reciben los premios se sacan la foto. Y en la mayoría de los casos, son los que hacen posible el éxito de los sobresalientes y el rescate de los incumplidores. Hasta en el caso de éxito más individualista siempre detrás del destacado hay un equipo. Pero otra vez, las gracias al equipo, pero la gloria para “el mejor”.
Este artículo no se trata sobre distribución del ingreso aunque parezca. Intenta reflexionar sobre una nueva forma de incentivar premiando de forma más justa; de fomentar el esfuerzo y la excelencia, pero de forma tal que el primer grupo sea más grande; de prevenir y educar para que los incumplidores cada día sean menos; y finalmente de reconocer a los del medio, ya que sin ellos nuestro mundo no sería posible.